EL LIBRE PENSAMIENTO

Ay! señor, señor, señor...
Un señor que pasaba por la calle se llevo toda mi fe y fui yo el que se la di porque necesitaba algo grande en que poder creer, pues tal era mi ambición y aun no sabia lo qué tenía que hacer.

Y el señor aquel pasó por mi lado como una exhalación tan raudo como derrapando y en estado de halo invisible, y fue tan intenso su roce, como si hubiera presenciado una aparición o la caída de una la luz celestial.

Y el señor ese, sin mediar palabra, se llevó mi fe a su lejano nuncajamas, y nunca, nunca mas lo volví a ver pasar por mi calle, ni tan siquiera a visitarme para mostrarme los progresos que hacía mi fe.

Y yo me consolé pensando, tal como oí decir a personas ordenadas, lo que la fe me susurró, que el señor estaba siempre aquí, tan grande dentro de mi, velando por mi pureza, mi inocencia, y mis temores, hablándome desde dentro y hasta usando mi propia voz.

Y entre rezos, ruegos monólogos, mi tormento puritano giraba, giraba y giraba del corazón a las tripas y de las tripas al corazón atándome al mal de las culpas, revolviéndome con la hiel de los remordimientos, y manchando de sucios excrementos cada deseo carnal secreto.
¿Cómo que jamas se me ocurrió, al salir por primera vez a la calle, el apostar por creer en mi, y no en entregar mi fe a aquel señor que pasaba por ahí, porque lo seguían mas de mil?

¿Cómo no pense en poner a inventarme mi propio devenir en vez de siempre tratar de seguir el buen ejemplo de ductilidad?

¿Cómo que no conseguí escuchar mis propios consejos de lo que yo se que una vez en la vida aprendí, en vez de trazar una directriz propia lo que algún extraño escribió desde otro punto de vista que yo jamas lo viví?

¿Cómo que no me propuse poder cultivar mi autoestima logrando así que los demás también creyeran en mi, tanto como yo misma, en vez de yo creer en otros doctos fermentando en la estipulación de doctrinas únicas?

Pero no, pues yo como soy persona de orden y no soy nada egoísta siempre confíe en el señor ese que me hacia dudar de mi...ya que el sustento de la veracidad ha de ser observada por hombres de cariz severo que dicten promulgaciones que enclaven en su sitio correcto tanto el bien y como el mal....pero siempre con la hipocresía suficiente que les permita soterradamente ser concedidas licencias a las conveniencias del poder...

Y prometiendo la salvación del pecado original (el mal del zumo de serpiente y manzana)(sic)...enarbolan una conciencia pesada como una losa...que no deja nunca ver mas allá, pues hacen losa de la vida, promulgando el “yo soy pecado”, y promulgando “el señor juzga todos mis actos” cual convalecencia múltiple de una esquizofrenia colectiva disfrazada, cual lobo sagaz,  de robusta cordura natural.

Pero ay! muchas veces a pesar de estas premisas divinas, cuando sucede que en la vida es uno mismo quien se esta juzgando a uno, el perdón y la culpa no ceden de forma nada fácil, ni con la hostia una comunión, ni con una confesión, ni rezando tres avemarias, ni con la ostia de la confirmación, pues el autoinculpado entra en una vorágine de odio hacia su propia persona, llegando a lastimarse con verdadera saña y crueldad, independientemente de la promesa de salvación del señor.......

¡Pues que poco poder de juicio tiene el señor ese cuando uno esta ante si mismo!...

¡Y esta precisamente resulta ser la ocasión para llegar a ver con claridad fuera de los limites de todo tipo de postulados, usando los propios ojos para ver!.

Cuando uno esta frente por frente delante del crisol del que esta hecho su corazón, puede empezar a escuchar su propia voz interior y puede empezar a perfilar la capacidad de poseer un juicio sabio y veraz respecto al devenir de las cosas del mundo, permitiendo la valoración justa de los sentimientos en sus aspectos execrables, tanto como de los mas bellos.

Y este es el momento de mandar al señor ese y todos sus (v)sicarios de la libertad, ¡al puto carajo!

Y es en ese preciso momento que se produce el efecto del libre pensamiento.....

El pensamiento no condicionado a nada mas que a la propia sabiduría y certeza.

Y cuantos mas estemos dentro de la expansión del libre pensamiento antes haremos girar imprevisiblemente al mundo hacia su zenit.



SIL

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